La Bolivia de Evo Morales: sobre la necesidad de una crítica constructiva al «proceso de cambio»

¿ El ciclo de los procesos progresistas latinoamericanos llegan a su fin ? Es la pregunta predominante y omnipresentes en los debates sobre estas experiencias sociopolíticas que comenzaron a principios de este siglo. Para algunas personas la crisis es una realidad y la decadencia de los procesos es inevitable, mientras que para otras los procesos continuarán en el camino de la revolución a pesar de los muchos obstáculos y dificultades. Los debates actuales sobre las experiencias latinoamericanas se caracterizan por una polarización cada vez más intensa. Es la génesis de un discurso dicotómico que nos parece contraproducente para el perfeccionamiento y profundización de estos procesos. En este artículo abordaremos el caso específico de Bolivia, uno de los actores de primera fila de la oleada progresista que barre el continente latinoamericano desde la elección de Evo Morales en 2005.

 

 

La pregunta expuesta al principio del presente articulo abre la puerta a un debate mas amplio y profundo. Este debate que caracteriza a la dinámica de transformación de la sociedad boliviana actual se articula, o tendría que articularse, a través de las preguntas siguientes :

Que papel en concreto desempeña todavía en el país el sistema capitalista transnacional? ¿Cuál es la verdadera naturaleza de la política establecida por el gobierno Morales? Y en este sentido, ¿hasta qué punto y a qué nivel Bolivia ha logrado innovar y ponerse en marcha hacia una nueva vía de desarrollo, la que sus precursores denominan el «socialismo comunitario del Vivir Bien» (para más información sobre este concepto, véase la nota (1))? Y en conclusión, en tanto que actores externos y observadores del proceso boliviano comprometidos con la paz, la justicia y la lucha antiimperialista, ¿cuál es nuestro juicio sobre la situación de Bolivia?

Según las diferentes tomas de postura que distinguen este ámbito de estudio, encontramos dos corrientes esenciales que merecen ser destacadas. Por una parte, la que defiende clara e incondicionalmente el gobierno de Morales, sin prácticamente ninguna visión crítica de este último, llevada por un sentimiento romántico y que ataca a cualquier voz disidente tachándola de ilegítima y contrarrevolucionaria.

Por otra parte, la que afirma que los gobiernos de este tipo no tienen nada de progresista, que sus proyectos no son anticapitalistas y que, por lo tanto, no hay que apoyarlos. En el seno de ambas visiones apreciamos un problema de fondo fundamental. En la primera, la ausencia de una autocrítica profunda y la convicción (demasiado extendida) de que hay que defender todas las medidas adoptadas por este gobierno en realidad minan las posibilidades de radicalización y de ajuste del proceso que pasan necesariamente por un cuestionamiento de los fallos y negligencias cometidos.

En la segunda es más simple: en las condiciones actuales, apoyar y luchar por el final de estos procesos equivale a favorecer el resurgimiento en bloque de la derecha, de la oligarquía y del neoliberalismo puro y duro, al tiempo que se decreta la muerte de un proceso de integración que tiene lagunas, por supuesto, pero que al mismo tiempo ha llevado a un cambio radical en la manera de pensar y de hacer política tras décadas de dictadura neoliberal.

La Bolivia de Evo Morales: ¿un país anticapitalista?

El capital transnacional todavía desempeña un papel preponderante en Bolivia. Esto no es una opinión personal, es un hecho. El cuestionamiento de este papel se debe resaltar como la condición sine qua non para circunscribir lo que se puede y debe percibir como una crisis política que está minando la paz social del país y el buen desarrollo del «proceso de cambio».

De manera general, lo que se puede constatar con certeza es que la política del gobierno de Evo Morales no ha logrado radicalizar el proceso en un sentido anti o postcapitalista. Como afirma el sociólogo belga y buen conocedor de los procesos progresistas latinoamericanos François Houtart, es indudable que Bolivia ha conocido un importante giro postneoliberal. Sin embargo, esta evolución no ha logrado convertirse en algo más profundo, más agresivo respecto a las estructuras capitalistas del país.

La política social de Evo Morales ha contribuido sin duda alguna a mejorar de manera considerable las condiciones de vida de la población por medio de importantes proyectos de inclusión social y de redistribución de la riqueza. Esto ha sido posible gracias a un cuestionamiento de dos pilares clave del dogma neoliberal: la limitación del papel activo del Estado en la gestión de la actividad económica y la disminución de los gastos públicos (sobre todo en lo que concierne a la protección social). Los efectos tangibles de la política de Morales también se pueden discernir en el dominio que atañe más al simbolismo, en el seno del discurso, de la conciencia política de la población.

Más que nunca en la historia del país (y probablemente también del continente), una parte importante de la población boliviana es consciente del estado al que le ha llevado el sistema capitalista y considera que únicamente la salida de dicho sistema podrá representar una alternativa viable para la supervivencia de la humanidad: o se muere la Madre Tierra o se muere el capitalismo.

A pesar de estos aspectos positivos, la política de Morales y la situación en la que se encuentra Bolivia hoy no reflejan una transición postcapitalista. Esta constatación se basa en varios elementos, tres de los cuales consideramos que son preponderantes y, al mismo tiempo, constituyen los ejes principales sobre los que convendría focalizar el trabajo y las acciones que puedan enderezar el movimiento, profundizarlo y radicalizarlo, para el futuro del país y del pueblo boliviano.

1) La estructura económica

Las estructuras productivas que definen el tejido económico del país, ya sea a nivel industrial, agrario o incluso en los servicios, siguen estando enmarcadas por una organización de tipo capitalista. El mantenimiento de este tipo de estructura significa que la política económica de Morales no ha trastocado las relaciones sociales de producción (es decir, las relaciones de propiedad de los medios de producción). Una política económica que, en efecto, ha revalorizado el papel del Estado en la economía y reducido las desigualdades sociales (para una visión de conjunto de esta reducción, véase la nota (2) gracias a una mejor redistribución de la riqueza pero que, al mismo tiempo, no ha sido capaz de cuestionar el proceso de acumulación capitalista clásico que sigue beneficiando mayoritariamente al capital transnacional.

Para entender bien esta controversia nos parece necesario conocer la estrategia económica del gobierno tal como la ha pensado y teorizado su principal precursor, el vicepresidente Álvaro García-Linera.

 

Según Linera, la primera fase del «proceso de cambio boliviano» es la del «capitalismo andino-amazónico». A partir de una lectura marxista clásica Linera afirma que una vez modernizadas las estructuras económicas estatales el sistema capitalista andino-amazónico se transformará progresivamente y llevará al país hacia la sociedad socialista.

Durante esta primera etapa el Estado deberá recuperar los excedentes de los recursos naturales nacionalizados para impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas del país, el desarrollo social, unas formas comunitarias de autogestión y la reconstitución de una clase obrera industria de vanguardia, condiciones esenciales para la construcción del socialismo (3).

Esta misma etapa, que se caracteriza además por una alianza interclasista con una parte de la burguesía nacionalista, se debe contextualizar en la situación económica y política de un país como Bolivia al principio del nuevo siglo. En 2005 Bolivia es un país muy endeudado, despojado de sus reservas, de sus infraestructuras y desindustrializado de manera sistemática por dos décadas de diktats neoliberales impuestos por las instancias financieras internacionales, el FMI y el Banco Mundial. Hay que situar estos diktats en el marco de una lucha más amplia llevada a cabo por las elites económicas y políticas globales cuyo objetivo era restablecer su posición de privilegio tras la crisis sistémica del capitalismo en la década de 1970.

Ante este contexto, rechazamos las críticas, idealistas y no realistas, que acusan a Morales de no haber instaurado inmediatamente “el socialismo” y de no haber roto inmediatamente con la totalidad de los mecanismos capitalistas, lo que era impensable e imposible en las condiciones objetivas del país.

También aquí hay que aclarar con transparencia las cosas. Consideramos que un país económicamente frágil como Bolivia necesita un proceso de industrialización acompañado de un proceso de integración regional, dirigido por el Estado, para desarrollar las fuerzas productivas del país, redistribuir la riqueza y acabar así con la pobreza. En cambio, consideramos que el «ecologismo radical», la salida inmediata y unilateral de todos los mecanismos capitalistas son soluciones no solo son no realistas sino que además son nefastas.

No obstante, hoy, diez años después del inicio del proceso, se impone una primera crítica. En efecto, los planes anunciados en el capitalismo andino-amazónico de García-Linera están lejos de ser realidad. Como señala el académico Diego Andreucci, no han cambiado las condiciones de los sectores punteros de la economía boliviana, el empleo es mayoritariamente informal y precario, no ha habido ningún «gran salto industrial» porque las exportaciones siguen siendo de tipo primario y sin valor añadido, la economía comunitaria se sacrifica sistemáticamente a beneficio de la expansión de relaciones capitalistas, de las fronteras de extracción de los recursos naturales y de la agroindustria (4).

Una situación que provoca el descontento de muchos movimientos sociales, que se suma al descontento de los movimientos indígenas a causa de los daños medioambientales y de los desplazamientos de poblaciones generados por la intensificación de la actividad de extracción de los recursos del subsuelo.

Según la Cámara de Exportadores (CADEX), aproximadamente un 80 % de la economía boliviana depende de las exportaciones de materias primas que en julio de 2014 alcanzaron un nivel récord de 12.856 millones de dólares, una cifra que se ha doblado en apenas cuatro años (5). El centro de documentación observa que tres sectores dominan el comercio boliviano: el gas natural y el petróleo en un 51 %, los productos mineros (estaño, oro, plata, cobre, zinc, litio, plomo) en un poco más del 15% y los dos productos agrícolas principales, (la quinoa y la soja) en un 4 % (6).

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Fuente: http://www.eldiario.net/noticias/2015/2015_01/nt150126/economia.php?n=25&-exportaciones-en-2014-llegan-a-us-648-millones

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Como podemos ver a partir de este gráfico, la diversificación de la economía boliviana sigue siendo un sueño lejano, tanto más si se piensa que estas exportaciones siguen siendo mayoritariamente de tipo primario, prácticamente sin ningún valor industrial añadido.

2) El papel de las empresas transnacionales

Contrariamente a lo que se podría pensar, no se han roto las relaciones privilegiadas que Bolivia mantenía con las empresas transnacionales. Los mercados de los hidrocarburos, de los productos mineros y de la soja siguen estando mayoritariamente bajo el control de las multinacionales extranjeras. A título de ejemplo, la reforma de la ley sobre los hidrocarburos y las nacionalizaciones emprendidas por el gobierno no equivalen a un acto de ruptura con el poder de las transnacionales y, por lo tanto, no contribuye a rectificar la relación de fuerzas con estas últimas a beneficio del pueblo boliviano.

Como explica el sociólogo boliviano de la Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba (UMSS), Lorgio Orellana, a través de estas nuevas leyes las empresas transnacionales aceptaron renunciar a unos márgenes de beneficios pagando más impuestos al Estado, pero en contrapartida pudieron consolidar y aumentar su poder gracias a una mayor estabilidad político-económica. Un hecho que les permitió aumentar sustancialmente las exportaciones y su poder de mercado (es decir, la capacidad de dictar las condiciones del mercado en cuestión y de influir en ellas, sobre todo en los precios) y el grado de influencia que se ejerce sobre este último (7). El problema principal que caracteriza este contexto es la falta de una transformación profunda y radical de la matriz productiva, es decir, de la manera como se estructuran y jerarquizan las fuerzas productivas que guían el proceso económico del país.

El Estado desempeña actualmente el papel de gestor de los flujos de materias primas y, por consiguiente, de las exportaciones, un papel que no se pude calificar de primer plano en el seno del proceso de industrialización. La reapropiación del control de los recursos es una prioridad para cambiar radicalmente la matriz productiva y salir así de la omnipotencia del capital transnacional en este mercado.

Por otra parte, en lo que concierne a la explotación minera, por ejemplo, el Observatorio Boliviano de Industrias Extractivas (OBIE) atrae nuestra atención sobre el hecho de que continúe en vigor el Código Minero del ex presidente Sánchez de Losada, conocido como el artífice del neoliberalismo boliviano. Esta situación garantiza el mantenimiento de una alianza de hecho entre la COMIBOL (Corporación Minera de Bolivia, la empresa minera pública nacionalizada en 2006) y las empresas transnacionales (8).

En un estudio de caso en la zona de Huanuni, importante cuenca minera boliviana, el sociólogo Perales Miranda ilustró la preponderancia del poder de las transnacionales. El autor de este estudio concluye que la producción minera de la COMIBOL en realidad está controlada por las transnacionales a través de los mecanismos de intermediación comercial con el mercado internacional (9). En lo que concierne a la producción petrolera, el investigador académico Roberto Terán concluye en un estudio relativo a las nacionalizaciones de las empresas en Bolivia que, en realidad, el gobierno del MAS (el Movimiento Al Socialismo, el partido del presidente Evo Morales) ha permitido una acomodación del poder transnacional petrolero (10).

Este tipo de estudios minimiza drásticamente la magnitud e incidencia de las nacionalizaciones anunciadas por el gobierno Morales. Por consiguiente, creemos que lo que explica las dificultades del «proceso de cambio boliviano» es precisamente el hecho de no haber cuestionado suficientemente el poder de las transnacionales. Desde el principio de su mandato el gobierno Morales ha llevado a cabo una política de compromiso con las empresas transnacionales, las cuales se han aprovechado de ello para reforzar su posición y salvaguardar la relación de fuerzas que les era favorable.

3) La intensificación de la política extractivista

La entrada en funciones del nuevo ejecutivo en 2006 coincide con un periodo de subida global y generalizada de los precios de las materias primas. Ante esta coyuntura económica favorable, el gobierno boliviano eligió intensificar la política de extracción de recursos naturales con la intención de acumular excedentes importantes que servirían para alimentar la política social de redistribución de la riqueza hacia las clases más vulnerables. Este punto que se centra en la política extractivista está directamente relacionado y depende de la estructura de la economía boliviana tal como se explicita en el punto 1).

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Fuente: CEDIB

La directora de Gabinete del ministerio Economía y Finanzas Públicas Maria Nela Prada Tejada afirma que la estrategia del MAS ha sido «aprovechar de la posibilidad de crecimiento a través de la explotación de los recursos naturales, con el Estado capturando el superávit y redistribuyendo a los programas sociales y a otros sectores económicos que generen empleo» (11).

Una estrategia comprensible, pero que solo puede funcionar si va acompañada de una planificación de diversificación económica a largo plazo que pueda poner la economía del país al abrigo de una posible inversión de la coyuntura económica. Hoy se puede afirmar que esta estrategia no ha ido suficientemente lejos. No ha habido una diversificación de la economía, los precios de las materias primas han caído y se ha intensificado la especulación financiera para reforzar el dólar (con la intención de provocar la devaluación de las monedas de los países latinoamericanos que dependen de facto de la cotización del dólar).

Resultado: la economía boliviana se tambalea. ¿Cuáles son las consecuencias? Marco Gandarillas, director del Centro de Documentación e Información de Bolivia (CEDIB), un centro de investigación muy hostil al gobierno y cuyos análisis no siempre compartimos, lo explica de manera muy pertinente : el Estado está obligado a intensificar la extracción de recursos naturales para compensa la caída de los precios y mantener el flujo de las exportaciones. Además de las consecuencias medioambientales y sociales que esto implica, también aumenta la represión de los movimientos sociales que se oponen a esta intensificación. Esto se explica por el hecho de que un proceso de negociación y de consulta con estos movimientos lleva mucho tiempo, un tiempo del que no dispone el gobierno (12). Se instaura un círculo vicioso muy peligroso.

A modo de ejemplo conviene mencionar la reciente adopción de la ley minera, una ley muy controvertida que el gobierno acaba de ratificar junto con los actores implicados en la explotación minera (las cooperativas mineras, las transnacionales y las empresas públicas). Una ley que se muestra a favor de los intereses de los actores que se benefician de la explotación minera y que en ningún modo cuestiona la actual estructura de las relaciones de la producción (13).

Además, en mayo de 2015 el presidente Evo Morales adoptó el «Decreto Supremo Nº 2366» que permite la explotación petrolera y minera en las Zonas Protegidas del país (14). Para el investigador del CEDIB Pablo Villegas esta ley es el reflejo de un proyecto que había sido propuesto por el gobierno neoliberal de Sánchez de Losada en 2003 y después se rechazó debido a las presiones de los movimientos indígenas. Según este investigador, esto demostraría que no hay gran diferencia entre la política extractivista del gobierno actual y la de los gobiernos neoliberales puesto que ambas obedecen a las demandas de las empresas transnacionales (15).

La capacidad de matizar las críticas al proceso del cambio

Para comprender el significado del marco trazado hasta ahora, creemos que es necesario ponerlo en perspectiva conforme al contexto económico, social y político. Un análisis crítico de Bolivia en la coyuntura contemporánea se debe acompañar imperativamente de matices.

Los problemas que afectan al panorama político y socioeconómico boliviano no se pueden imputar exclusivamente al gobierno boliviano. Sin tener en cuenta el impacto de las contingencias históricas y de los importantes obstáculo estructurales no se podrá comprender la magnitud y complejidad de estos problemas. En este sentido, la cuestión fundamental es saber hasta qué punto Bolivia tenía y tiene el poder o la capacidad de margen de maniobra necesaria para romper sus vínculos con el sistema capitalista.

Esta cuestión adquiere más importancia si se piensa en el estado en el que se encontraba el país en el momento de ser elegido Evo Morales. Entonces era casi total la dependencia de Bolivia de los mecanismos del sistema capitalista, del mercado privado de materias primas, del comercio internacional, etc. Por eso no era, ni lo sigue siendo, posible romper unilateralmente esta atadura. En estas condiciones objetivas Bolivia es particularmente dependiente del sistema internacional de intercambios, sistema impuesto y estructurado por la globalización capitalista. Romper con este último significaría cerrarse sobre sí mismo de manera autárquica rompiendo los vínculos con sus vecinos y socios, lo que comprometería el proceso de integración latinoamericano. ¿Acaso esto es deseable para el futuro del pueblo boliviano?

A pesar de esta constatación, sigue siendo necesario poner de relieve los errores cometidos por el gobierno de Evo Morales puesto que las consecuencias de estos errores repercuten en la paz social y en la estabilidad del país, y en última instancia pueden socavar las bases del proceso de cambio. Por añadidura, no olvidemos que el proceso boliviano se realiza en el seno de una estructura institucional precisa, la de la democracia liberal parlamentaria.

El juego democrático parlamentario hace que todo proceso revolucionario sea delicado ya que una simple gira electoral, sobre todo durante un periodo de descontento social y de confrontación como se vive actualmente, puede poner en entredicho la mayoría en las instituciones. Por ejemplo, este fue el caso el 6 de diciembre de 2015 en Venezuela. Seguir actuando en este tipo de marco institucional obliga al gobierno de Evo Morales a hacer frente a una presión temporal. El demorarse y seguir demorándose podría llevar a la pérdida del consenso electoral necesario para poder seguir dirigiendo el país. Estas son las razones por las que se debe profundizar el proceso, hay que empezar a cuestionar las viejas estructuras capitalistas y el poder de la oligarquía, hay que atenuar a toda costa el peligro de conflicto social.

Conclusión

En el contexto actual el proceso dirigido por Evo Morales parece representar la única esperanza para la emancipación del país en el marco de una más amplia lucha continental por la justicia social y la igualdad de los pueblos. En nuestra opinión, todo juicio o toma de postura debe partir de esta constatación.

No obstante, la expresión de un juicio debe tomar forma manteniendo una mirada lúcida sobre la cuestión, tratando de posicionarse ahí donde se considere que nuestra aportación puede ser útil y favorable al pueblo boliviano y más particularmente a las franjas oprimidas, marginadas y pauperizadas por varios siglos de colonialismo y neocolonialismo.

Nuestra modesta opinión es que hay que seguir apoyando el «proceso de cambio boliviano» para evitar la vuelta en bloque de la derecha y seguir en la vía de integración latinoamericana (condición previa de una verdadera emancipación de continente de las cadenas del imperialismo, del sistema neoliberal y capitalista en un sentido más amplio). Paralelamente, recordamos que es necesario un enfoque crítico para determinar los problemas que frenan una verdadera profundización de dicho proceso. Esto es indispensable para tomar consciencia de los retos que se anuncian. Unas mismas críticas que deben servir de lección y que, sobre todo, se deben integrar en la agenda política del gobierno y de los movimientos que lo apoyan.

Sin lugar a dudas la situación no es de las más fáciles. Liberarse de las cadenas del capitalismo es un trabajo largo y laborioso, imposible de realizar en unos años. Todo proceso de cambio se hace por etapas, con inevitables contradicciones. Para el vicepresidente Linera, estas contradicciones son unas «tensiones creativas en el seno de la revolución» que «por una parte amenazan su continuación y por otra permiten imaginar los medios para pasar a la etapa siguiente» (16). En lo ideal compartimos la opinión de García Linera.

Por otro lado, la realidad sobre el terreno no es favorable al mantenimiento de una posición pasiva ; por decirlo con otras palabras, ya no hay tiempo que perder, ya no hay tiempo para esperar que estas tensiones se transformen en tensiones “creativas”. El imperialismo sigue esperando el momento propicio para emprender su contraataque. Las obligaciones y los obstáculos puestos a Bolivia por el sistema capitalista, con el apoyo de la oligarquía local y de la derecha continental, también pueden hacer desbordar las tensiones y decretar la muerte del proyecto revolucionario.

En este sentido y por estas mismas razones tenemos el deber de seguir de cerca la situación y contrarrestar la reacción neoliberal cuyo objetivo es retomar el poder en «Nuestra América». Este seguimiento acompañado de una autocrítica se impone como el único medio de retomar el proceso, limitar los errores y encontrar soluciones valientes, radicales e inclusivas.

*Periodista para Investig’Action

Fuente: Investig’Action, Diario de Nuestra América n°11

Traducción del francés por Bea Morales

Notas:

(1) EL Vivir Bien es un paradigma de vida cuyos orígenes lejanos siguen siendo desconocidos por el momento y fuente de intensos debates. No obstante, hay que situar su emergencia y desarrollo en la concepción de las estrategias de lucha de algunos movimientos indígenas durante las décadas de 1980 y 1990, que lo conciben como herramienta de revalorización cultural, de descolonización y de lucha contra un sistema neoliberal injusto y no sostenible social y ecológicamente. En 2006 el gobierno electo de Evo Morales se apropia de este paradigma, cuyo postulado de base es la búsqueda de una vida en armonía con el medioambiente y la naturaleza, para convertirlo, junto con un proyecto de sociedad socialista, en la base ideológica, ética y espiritual sobre la que construir el futuro del país.

El presidente Evo Morales resume de esta manera este nuevo concepto de «socialismo comunitario hacia el Vivir Bien»: «Quisiéramos plantearnos un nuevo socialismo sobre las bases del Vivir Bien […] un socialismo que no se agota en la lucha de clases y busca vivir en armonía con la Madre Tierra, para vivir con dignidad e igualdad». Las palabras del canciller del Estado David Choquehuanca completan sus palabras: «“Los indígenas hemos dado algunos pasos hacia el reencuentro con nuestros valores y principios. Estamos caminando hacia el pachakuti (renacimiento o retorno al equilibrio en las personas, entre ellas, y entre éstas y la naturaleza). Y en ese caminar, en que incorporamos algunos valores y principios, hemos empezado a hablar de un socialismo comunitario». Fuente: MAS-IPSP, «Tesis política del MAS-IPSP. Nuestro proyecto emancipador: socialismo comunitario hacia el Vivir Bien», en ARKONADA, Katu, Transiciones hacia el Vivir Bien o la construcción de un nuevo proyecto político en el Estado Plurinacional de Bolivia, Ministerio de Culturas, 2012, pp. 245-272.

(2) Las mejoras y progresos en términos sociales son innegables. Según fuentes gubernamentales, reconocidas por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre 2005 y 2012 la pobreza extrema descendió de un 24,3 % a un 12,2 % en las ciudades y de un 62,9 % a un 40,9 % en el campo. Según el PNUD, Bolivia es el país de la región latinoamericana que ha registrado la mayor reducción de la pobreza. También el Índice de Gini, el instrumento para calcular estadísticamente el grado de desigualdad de un país, ha conocido una evolución importante al reducirse un 3,5 % entre 2008 y 2012. El salario mínimo ha conocido un ascenso increíble desde la llegada al poder de Morales en 2006. En 2005 el salario mínimo nacional era del orden de 440 bolivianos (unos 50 euros) y en 2014 ascendió a 1.488 bolivianos (170 euros). Un ascenso que permitió una mejora considerable de las condiciones de vida de la población más vulnerable, además de dinamizar la movilidad social. También hay que señalar la capacidad del gobierno boliviano para consolidar la economía del país durante las últimas décadas a beneficio de los más débiles. Hoy se ha eliminado la pesadilla de la hiperinflación de la década de 1980. Como explica Pablo Stefanoni, «en el curso de estos últimos siete años Evo Morales ha experimentado muchas cosas, sobre todo en lo que concierne a la concepción institucional del país, pero nunca se ha alejado de una política macroeconómica atenta al equilibrio presupuestario». Fuente: PROGRAMA DE LAS NACIONES UNIDAS PARA EL DESARROLLO (PNUD), «El retrato de Bolivia en el Informe mundial sobre Desarrollo Humano», 2014; STEFANONI, Pablo, «Sept années de gouvernement d’Evo Morales. La nouvelle configuration politique en Bolivie», Alencontre, 2013.

(3) Véase: GARCIA LINERA, Álvaro, “El capitalismo “andino-amazónico”, 2006. Fuente:http://www.lemondediplomatique.cl/E…; LORA-FUENTES, Miguel, “Alvaro Garcia-Linera: “El capitalismo andino es un paso intermedio para imaginar el socialismo””, Bolpress, 2005. Fuente:http://www.bolpress.com/art.php?Cod….

(4) ZEGADA, Alejandro, Entrevista al académico italiano Diego Andreucci, “No amenazar intereses transnacionales limitó el proceso de cambio”, El País, 2015. Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php…

(5) La Prensa: http://www.laprensa.com.bo/diario/a…; El Diario:http://www.eldiario.net/noticias/20….

(6) UDAPE: http://www.udape.gob.bo/portales_ht…; La Prensa:http://www.laprensa.com.bo/diario/a….

(7) ZEGADA, Alejandro, Entrevista al académico italiano Diego Andreucci, “No amenazar intereses transnacionales limitó el proceso de cambio”, El País, 2015.Fuente:http://www.rebelion.org/noticia.php…

(8) OBSERVATORIO BOLIVIANO DE INDUSTRIAS EXTRACTIVAS, «Formas de consolidación de la hegemonía transnacional minera», en Boletín de seguimiento a políticas de recursos naturales, Ano V, No. 9, 2010, pp. 1-12.

(9) PERALES MIRANDA, Victor Hugo, «Conflictos geopolíticos por el agua en las cuencas mineras del Departamento de Oruro, Bolivia», en Vértigo – la revista de las ciencias medioambientales, fuera de serie No. 7, 2010, pp. 1-7.

(10) TERAN FERNANDEZ, Roberto, «Poder petrolero y nacionalizaciones en Bolivia», en Búsqueda, IESE-UMSS, 2010, pp. 9-33.

(11) https://www.jacobinmag.com/2014/01/…

(12) GONZALEZ, Erika, Entrevista a Marco Gandarillas, director del Centro de Documentación e Información de Bolivia (CEDIB), “El divorcio entre los movimientos sociales y el Gobierno es notorio”. Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php…

(13) Ley de Minería y Metalurgia. Fuente: http://www.mineria.gob.bo/documento…

(14) MORALES, Evo, Decreto Supremo No.2366, 20 de mayo 2015, http://www.cedib.org/wp-content/upl… (consultado el 29 de junio de 2015).

(15) VILLEGAS, Pablo, «Áreas protegidas: el gonismo confirma su coincidencia con el MAS», CEDIB, 29 de junio de 2015. Fuente: http://www.cedib.org/post_type_titu…

(16) GARCIA LINERA, Alvaro, «Bolivie, les quatre contradictions de notre révolution», Le Monde Diplomatique,

 

 

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