A Barack Obama no hay que verlo sólo como el 44º Presidente de los Estados Unidos de America. Mejor dicho, es el 44º presidente de esos estados. pero además –apenas y también –una continuación lógica, una extensión natural de la política de Bush, vale decir: parte de un todo anticipadamente pensado. Si le cuesta creerlo, recuerde la cita de Winston Churchill que reproducimos hoy: “Hay un terrible cúmulo de mentiras que recorre el mundo, y lo peor es que la mitad son ciertas”.
Fuente: Los Buenos Vecinos
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La mayoría de las personas ignoramos que los presidentes de Estados Unidos son previamente elegidos por un grupo muy especial y muy cerrado de banqueros, fuertes accionistas o dueños a seca, de la poderosa Reserva Federal de Estados Unidos, la casa privada que imprime los dólares que circulan por todo el mundo.
La raíz la conforman unos diez bancos unidos para una única finalidad, ser dueños de la economía del planeta (1). Se trata de gente poderosa, sin miramientos, que no permiten que nadie se cruce en su camino. Son los amos invisibles de casi todos los gobiernos del mundo, en especial de Estados Unidos, Inglaterra e Israel, cuarteles generales de sus decisiones.
Hacen y deshacen según sus designios; con sus poderes ilimitados son dueños de todo el dinero que se pueda imaginar. Es importante tener en cuenta que consideran estar del lado de la razón y se creen misioneros que llevan la antorcha civilizadora a todos los rincones de la Tierra (donde puedan cobrar utilidades, naturalmente).
Creen también que sin ellos el afán de los seres humanos sería un fracaso. A la gente común la consideran poco más que ganado por sus niveles de ignorancia e indecisión: despiden “estupidez y mal olor”. Como eso –”estupidez y mal olor”– es el pueblo para ellos, toman decisiones por su cuenta y sin consultarlo. Son el verdadero significado de la posesión total, los dueños de la vida y la muerte de todos los seres humanos.
Esos poderosos semidioses no quieren dinero, tienen mucho; lo que sí quieren es que el poder no se le escape de las manos y, con ello, mantener los objetivos que prefijaron como metas. Aman, también el silencio y el anonimato. Cuando deciden algo, no importa cuan equivocada o acertada sea la decisión, la hacen ejecutar a rajatabla. A veces prefieren cambiar el entorno ante que rever su posición. Son el poder vigoroso, intenso, oculto que ni se sospecha que exista.
Cada candidato a presidente en EE.UU., entonces, debe ser previamente aprobado por ellos, el candidato y su programa de gobierno, que mantendrá una fórmula equilibrada con el candidato que aparece como opositor.
El sistema está calculado como un pensamiento único en un arco de tiempo muy extenso que decide qué presidente es oportuno para ganar las elecciones de acuerdo al programa a ejecutar.
Entremos en la lógica
Primero Bush, con su discurso fundamentalista, hace el papel del “duro” que pone nuestra civilización por encima de todas las otras y avanza, en consecuencia, con las guerras. Luego la imagen de Bush se desgasta por todas las mentiras que le mandaron a decir. Pero eso no importaría: la verdadera misión está cumplida: el petróleo de Iraq y el gas de Afganistán están a resguardo y el presidente número 43 se volvió obsoleto.
Toca, así, el turno de un presidente “bueno”, es decir un “producto” que tenga algo, un detalle extraordinario que nunca se haya visto: por ejemplo, que sea negro. Este detalle, no importa si insignificante o trascendente, encenderá la imaginación de las masas y despertará esperanzas.
¡Gran país Estados Unidos, muy democrático!
¿Usted se preguntará si he insinuado que al candidato elegido para presidente de EE.UU. le hacen ganar las elecciones incluso si no las ganó?
No, no estoy diciendo exactamente eso. Lo que digo es que se invierte generosamente en el programa electoral más afín con la estrategia de los banqueros de la Reserva Federal.
Recuerde las últimas dos elecciones de Bush: ambas perdidas, ambas ganadas. Precisaban de un duro dispuesto a asumir invasiones y guerras, así que ganó las elecciones cuando en realidad las perdió. El candidato demócrata a la presidencia, John Kerry, que competía con él, dio a Bush como ganador en el cuestionado estado de Ohio. No quería ensuciar sus manos con sangre de llegar a la Casa Blanca.
Las elecciones de Bush no fueron nunca cuestionadas, hubiese bastado una simple carta al tribunal electoral para revertir el resultado. Nadie se animó a mandarla. Se diría que los demócratas no quieren un historial de sangre y genocidios. Lo que –desde luego – merece ser interpretado. Pero el hecho es que los demócratas fueron reservados para aliviar la tensión que se manifestaría –y manifestó – por los atropellos a los derechos humanos durante el gobierno del señor Bush.
¿Corolario? Comprender que “demócratas” y “republicanos” son lo mismo, salvo cosas menores, con diferente nombre. Ambos obedecen a los mismos dueños.
Lo importante, en el caso de las recientes elecciones, era polarizar a las masas –de EE.UU. y del mundo – entre un desgastado (Bush) y una esperanza (Obama). La esperanza se instala con fuerza en el corazón de la muchedumbre. De esa manera se tiende el gran telón que esconde la verdad; maniobras de distracción para encubrir que los amos del verdadero poder son esos banqueros que mandan y digitan lo que se hará y no se hará en cada administración.
Bush, el saliente, por otro lado, salvará la cara y se justificará con algunas palabras formales –que si fueran pronunciadas aquí, en la Argentina, por uno de los Kirchner los medios periodísticos le saltarían a la yugular, pero dicha por Bush y allá, todo está bien y lo increíble se vuelve creíble.
“Hice lo posible”, dice Bush con aire de niño bien y con sonrisa de TV. “Hice lo que consideré correcto; sí, hice algunas cosas equivocadas, la guerra han sido una de ellas”.
Sin palabras nos deja y nos sonrojamos por él. La pregunta es: ¿si la guerra ha sido equivocada por qué no se retiran de donde invadieron y masacraron gente inocente, piden disculpas, pagan los daños y devuelven el petróleo a sus legítimos dueños? Luego, si quiere, se hace condenar por un tribunal internacional por crímenes de guerra.
Es lo que corresponde hacer a un caballero honorable que se hizo postular como presidente de un gran país a quien millones de personas le dieron credibilidad. La credibilidad no se la dieron por las mentiras que dijo. ¿O sí?
Volviendo a Obama
¿Qué cree usted que puede hacerse si a un presidente le hicieron perder su prestigio (2) (Bush) y la gente está muy decepcionada por eso?
Pues prometerle a esa misma gente un presidente completamente opuesto a la política que desprestigió a su predecesor. Y que resulte creíble a los ojos de la multitud.
Todo encaja. Ahora los detentadores del verdadero poder, los banqueros, tiene, probablemente otros ocho años para armar maniobras y contar otra historia a la gente que puso sus esperanzas en ese presidente negro. Si fracasa, siempre habrá argumentos para una justificación, no importa si huecas, como la de Bush.
Cabe preguntarse: ¿habrá otra decepción?
Depende de muchas de las iniciativas que tomarán los otros dirigentes mundiales de peso y como podría posicionarse Obama (o sea los banqueros) en ese torbellino de acontecimientos. También será importante el rol de la prensa. Conocer los entretelones será una historia interesante. Se trata del primer tsunami económico global que podría hacernos llegar a ver cómo los verdes dólares no invaden más el mundo, y exacto como la ola gigantesca del tsunami que, cuando se retira, deja un desastre de muerte luego de la inundación.
¿Puede suceder? Sí, es una posibilidad. Por si acaso se recomienda ser pobre, porque no se pierde nada. De ser rico a menos que se integre ese “grupo elegido” no se sabe como puede terminar esa riqueza.
Buen muchacho
¿Cómo decidirá Obama? Su decisión se moverá entre embolsar todo el dinero que gana un presidente durante su gestión con comisiones y negociados con fuertes grupos de intereses, o pasar por un héroe muerto. No le quedaría ni la gloria porque el pueblo nunca se va a enterar de las reales razones de su posible fallecimiento.
Así las cosas ¿usted, por cuál solución optaría? Tremenda pregunta, lo sé.
Ahora todos los medios de comunicación apuntalan a Obama como un héroe. ¡Miren la luz negra de Obama que resplandece aún en plena luz de día! ¡Miren, miren, miren, no dejen de mirar! Otra de las maniobras de distracción. Para eso existe la libertad de prensa, para mentir a cielo abierto y pasarla bien creando héroes ante de nacer.
Veremos qué sucede cuando Obama se enfrente con otros grupos económicos –ajenos al núcleo de la Reserva Federal – que pujan para enterrar al dólar considerado ya moneda sin valor. Los banqueros invisibles que están detrás de Obama ya afilaron sus cuchillos. De lo que le puede acontecer a esa moneda depende la paz mundial.
¡Amén! (Mejor dicho: ¡Che, mozo, más champaña!)
Notas:
(1) Rothschild Bank de Londres; Rothschild Bank de Berlín; Warburg Bank de Hamburgo; Warburg Bank de Amsterdam; Lazard Brothers de París; Israel Moses Seif Banks de Italia; Chase Manhattan Bank de Nueva York; Goldman, Sachs de Nueva York; Lehman Brothers de Nueva York; Kuhn Loeb Bank de Nueva York.
(2) Le hicieron perder su prestigio a Bush porque ya había cumplido su misión. El tirar para abajo todo lo que hizo, con la ayuda de los medios de comunicación, fue una manera de moralizar la realidad inmoral que sembró su administración y permitió encender los reflectores sobre el nuevo ídolo, Obama.
Bibiografía:
The Federal Reserve. Autor: Stephen Lendman.
Rumbo a la ocupación Mundial. Autor: Gary H. Kah, 1997.
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Luigi Lovecchio es periodista, director de la revista digital Los Buenos Vecinos.